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Mujeres. El estigma de la violencia

13/12/2016 / Cubalex

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El 23 de septiembre de 2016, marcó un antes y un después en la vida de los miembros de Cubalex, especialmente en nosotras, las mujeres. El violento operativo a nuestra sede, nos generó una fuerte sensación de desprotección, invalidez y terror.  Era nuestro lugar seguro y fue violentado.

Ese día nos separaron. Una quedó dentro de la oficina y las demás, en el área de la terraza. Un oficial del Ministerio del Interior nos grabó con una cámara de filmación. La vigilancia era constante. No podíamos movernos.  No nos permitieron ingerir alimento durante las 12 horas que duró el operativo. En todo ese tiempo nos acompañó la duda y el miedo. ¿Nos llevarán para “100 y Aldabó”? el nombre de por sí, genera terror ¿Qué fue lo que hicimos?

Nos interrogaron de manera individual. ¿Cuánto cobras? ¿Tú has visto la edad que tienes para esto? ¡Tú no sabes de donde salió nada! ¡Tú contestas lo que te da la gana! Puedes irte, dijo ¿Pero también puedo quedarme? Indagamos. Nos sentíamos seguras juntas y necesitábamos continuar igual. Solo mirarnos nos daba confianza. El apoyo mutuo era nuestra mejor arma de defensa y la solidaridad, nuestra aliada.

Se molestaron. Acompáñame… desnúdate, dijo una oficial mientras colocaba su mano derecha sobre el revólver y la izquierda sobre la tonfa. ¿Toda la ropa? Preguntamos. ¡Si! Obedecimos. Haz tres cuclillas, ahora vírate, otras tres. La sangre se aceleró y nos coloreó el rostro; pero tuvimos que disimularlo.

Las carteras y mochilas estaban sobre la mesa del comedor ¿Por qué no las revisaron? ¿Qué buscaban cuando nos ordenaron desnudarnos? ¿Denigrarnos? ¿Humillarnos? ¿Quebrarnos emocionalmente? ¿Hacernos sentir desprotegidas? ¡Cuánto poder y autoridad!

Los seguimos hasta las afueras de la casa. Juntas los despedimos con un adiós, moviendo las manos. Inhalamos y expiramos fuerte. Nos contamos todo lo que habíamos vivido, como para no olvidarlo. Aun estábamos exaltadas.

Llego la madrugada y nuestros cuerpos se relajaron. Ninguna pudo dormir. Revivimos todo en una secuencia continua de imágenes. Amanecimos con la tristeza y la desesperanza, acompañadas de dolores de estómago y fuertes cefaleas. Nos sentíamos vulnerables y nos atrapó la incertidumbre ¿Qué pasará con nuestros hijos, con todas nosotras?

Pasó un mes, ellos callaban. El sentimiento de desamparo aumentó. Comenzaron las citaciones selectivamente. La ley sigue inoperante. Estábamos decididas a no inculparnos. No podía acompañarnos un abogado.

No nos permitieron hacer uso de nuestro derecho a no declarar. Es una entrevista, dijeron. Esto no es penal; pero puede serlo, agregaron. Las caras son conocidas. La mujer vestida de rojo y negro, y el hombre de verde que ordenó desnudarnos.

Tratamos de pensar en todo. Temíamos al enrojecimiento, palidez, tartamudeo y sudoraciones.  Sabían que estábamos psicológicamente afectadas y desestabilizadas emocionalmente. La cámara nuevamente frente a nuestro rostro. No pidieron nuestro consentimiento. Estábamos bajo presión.

Su intención era estudiar nuestros gestos, posturas, entonaciones de la voz, el ritmo del lenguaje, las respuestas, así como las expresiones corporales. ¿Para qué buscan más información? ¿Preparar otros interrogatorios más fuertes y profundos? ¿En qué forma lo utilizarán? ¿Cómo método ejemplarizante en las series policiales cubanas o en las próximas “Razones de Cuba”?

Sigue el silencio, pero sabemos que no están quietos. ¿Qué fue lo que hicimos? Amar al prójimo, no matar, no robar… ¿Merecíamos ser tratadas así? Estamos en alerta día y noche. Todos los días revivimos la sensación de  peligro, de estar vigiladas. El miedo está latente, la ansiedad, la angustia…

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