Un 23 de septiembre, en la Habana
una sede de defensores humanos fue allanada
y un Teniente coronel daba la orden
que a cuatro mujeres y un hombre desnudaran
¡Desnúdate!
fue la frase escuchada,
mis labios con fuerzas apretaba,
mi cerebro se negaba a procesar la orden,
observé sus manos sobre tonfa y revolver
al tiempo que repetía sus palabras,
-¡desnúdate, tienes que hacerlo!-
Aún recuerdo sus palabras
Sentí se me apretaba el pecho,
un salto en el estómago
me ardía la cara,
los labios me temblaban
ya me sabía humillada y abusada
pero ella era la ley,
el poder todo de su lado
le habían dado una orden,
y la cumplía
el daño causado no les importaba
La vergüenza, la ira, la impotencia
hizo mis movimientos más pesados
“nada puedes hacer, me dije entonces,
que no sea aguantar este ultraje sobrado”
mientras sentía la vida me quebraban
A otras tres mujeres desnudaban
y entre ellas, mi hija se encontraba
al saberlo, sentí un nudo en mi garganta
la rabia recorrió todo mi cuerpo
mis mandíbulas con rabia yo apretaba
me sentí leona presa y enjaulada
que a su cachorro defender ya no podía,
el odio en mi interior me abrasó el alma
la soberbia se hizo dueña de mi cuerpo
la angustia el alma me calaba
cuando el dolor me dejó sin lágrimas
Daño sufrido, furia acumulada
Nos dejaron lesiones en el alma